Opinion — 18 abril, 2017

LÍDERES DE ARENA

Por

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CUELLO LARGO.

Mario Calderón.

La palabra “líder” hoy en día, atraviesa por un irreconocible y franco desprestigio, en especial, en nuestro colorido escenario político. Da la impresión que estamos ante un término que, dado nuestro dominante pragmatismo, se va desgastado y arrinconando a los confines del envejecimiento y, según aprecio, no hay intentos por rejuvenecerlo. Todo aquel que tenga el atrevimiento de encabezar una agrupación política o movimiento, por minúsculo e insignificante que sea, se hace acreedor de tan distintivo término aunque de por medio, no haya un digno mérito.

Los distintos medios de información no tienen reparos para rotular en sus portadas a fugaces aventureros que saltan a las páginas con alguna intención de gobierno. Esos personajes con iniciativas tan populares, que se muestran desafiantes al sistema, con apetitos de nuevo orden, se van perfilando ante la opinión, curiosamente, como líderes. Así, en nuestro medio, se le llama líderes a todos aquellos que participan activamente en nuestra política, aunque muchos, arrastren los pies con preocupantes acusaciones.

La imagen populachera de nuestros políticos – considerados líderes – es del todo desafinada e irreconciliable con aquella literatura que se ocupan de estos temas – o mejor dicho que se ocupaban – pues, dado el embargo de los hechos sobre el concepto, es inútil discutir hoy en día, qué es un líder. El concepto ideal de líder, ha sido desaforado por la praxis, hundiéndose cada vez más, en el pantano del olvido. El concepto práctico de líder que hoy tenemos es, propiamente, de caudillo, quien aglutina la preferencia del elector, en la persona y no en la ideas.

Se dice que los líderes enseñan con el ejemplo. La gente que lo sigue, dada la alta investidura moral, sapiencia, lo ven personificados como seres supremos capaces de saber encaminar a la masa hasta en lo hondo de las tinieblas. Sus benévolas intenciones consisten en conducir el destino de los pueblos por el camino de la prosperidad, mas no por el abismo de la miseria.

En nuestra actualidad, quién podría llamar líder – que en su momento lo fue – al ex presidente Alejandro Toledo – con un partido extinto o, al ex presidente Ollanta Humala. El primero con mandato de prisión preventiva con las rejas en espera, el segundo, con el infausto aliento de una acusación llegada desde la constructora. Toda esa popular celebridad que alcanzaron en su momento, alentando esperanzas de reforma en los pueblos, está hoy demolida gracias a esa volcánica investigación que va destapando los impensados saqueos al Estado.

El verdadero líder funda su liderazgo en una ideología, en principios, como forma de organización y perspectiva de vida. De aquí nacen los verdaderos partidos que afianzan su existencia en una ideología y no en personas. Parece que tenemos que acostumbrarnos a empezar a convivir con estos líderes de arena, que en una mañana están en la cúspide del reconocimiento y al ocaso, con las marrocas puestas. Nada debe sobresaltar nuestro espíritu con enardecidos griteríos de sorpresa. No olvide, son de arena, no de acero.

Cajamarca, 19 de abril de 2017.


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