Opinion — 24 mayo, 2017

PAÍS COMBI

Por

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CUELLO LARGO.

Mario Calderón.

No sé si el libro de Pedro Morillas Torres “País Combi” en su último esfuerzo, logre desadormecer la conciencia colectiva de este país, en tanto sólo busca sacudirnos por un momento de toda la pestilencia moral, social, política, en la que penosamente, seguimos postrados. Cómo reconocemos el mérito del autor en el presente libro? Morillas, sin tapujos, desnuda casi la totalidad de nuestras taras, para que usted se explique desde aquí, sin paliativos, el atraso en general en que vivimos. El autor coge, desde la huachafa publicidad que se transcriben en los postes para ofertar servicios, hasta los absurdos procedimientos estatales para que un ciudadano, obtenga algo tan sencillo.

Particularmente, no me ha tocado hasta hoy, leer un libro escrito con tanta crudeza que en sus 138 páginas, dibuja fielmente nuestra mísera realidad, tal cual es. Morillas no emplea el verbo pulido y él con cierta caballerosidad lo admite, más bien, recurre con alguna destreza a un lenguaje casero, doméstico, propio para el entendimiento de una masa que anda algo embrutecida, sin caer en la ofensa. El texto no tiene los sobresaltos propios de ser literario ni la exuberancia de un verbo como para quedarse encandilado. Es un libro que recurre fríamente tanto a las descripciones como a las explicaciones de nuestra fauna social que resulta jocosa y chabacana. Mientras él describe, usted, se va explicando a sí mismo las causas de por qué andamos postergados en el vergonzoso escalón del tercer mundo.

A Morillas no le falta razones, pues, que una parte del libro se ocupe del infernal atolladero del transporte, es más que suficiente para darle cierto mérito instructivo. Ubica el mayor problema en una falta de infraestructura y una imperdonable dejadez por parte de nuestras autoridades en la solución del transporte.

Asimismo, se ocupa de la Policía Nacional, Ministerio Público, Poder Judicial, abogados, educación, Parlamento, malas costumbres, informalidad, narcotráfico, de la complacencia con la corrupción, de nuestros complejos, en fin, no deja casi nada suelto para auscultarnos incisivamente a través de su doliente radiografía. Aquí hace notar el justo descrédito en que se encuentran estas instituciones y las razones por las cuales, de tanto en tanto se despierta la espantosa idea del terrorismo. Morillas advierte con toda legitimidad, es que si una sociedad no cree en sus instituciones, apelará normalmente a la informalidad como una fuga razonable ante los abusos de su sistema. La justicia hecha como mecanismo al servicio de los más poderosos, es lo que más le duele, creo, al autor.

En la medida en que uno va avanzando en su chocante denuncia, va soltando la desoladora imagen del desaliento y por ratos nos hace sentir, en el más absoluto desafuero. Sin embargo, el autor mantiene la admirable esperanza de que este país algún día cambie. A veces da la impresión que el autor hubiera utilizado el libro para sumirse en una especie de sobrehumana catarsis, desahogándose de todos y contra todos, pero sólo es un llamado para que la sociedad en general recobre conciencia, si aún queda, algo de ella.

Yo me quedo con el alma algo destroncada, al ver acumulada tanta miseria, en esta patria donde desperdiciamos la oportunidad de enderezarnos, para evitar el abismo.

Cajamarca, 24 de mayo de 2017.


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