Nota de Prensa — 10 junio, 2020

Corpus Christi en Cajamarca

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Dentro del calendario litúrgico la festividad del Corpus Christi tiene un carácter muy especial y marca la diferencia con otras celebraciones. Hablamos de una actividad capital para comprender la fe cristiana. Se acepta el dogma de un Dios hecho Hombre que se manifiesta a través de un pan ácimo: la Sagrada Hostia. La fiesta del Corpus se convierte en una fecha esencial para expresar el fervor religioso.

Muchos historiadores abordan esta celebración como parte de la tradición popular. Pero va mucho más allá de un simple recorrido procesional, como se pretende hacer creer. De hecho, en esta fiesta, la música de los clarineros se convierte en plegaria.

No hay comparación con otras fiestas patronales, pues se toma como centro de alegría la presencia de un Dios entre los Hombres.

En las páginas de la Historia se narra como la búsqueda insaciable de tesoros, de vestigios de grandes civilizaciones, de dioses de la antigüedad. El concepto del Corpus Christi rompe ese paradigma pues no hay mayor tesoro en la tierra que la Hostia. Y la Hostia solo tiene valor por el profundo sentimiento de fe en un Dios que se hace presente en nuestra vida cotidiana.

Son muchas las muestras de fe que tienen los seres humanos. Hay culturas en las cuales dios habita en un templo, en una lejana caverna, en un misterioso monte o en el nirvana. Pero la idea de la fe católica nos dice que Dios es parte de nosotros mismos y que se puede ver a través de un pan consagrado.

Algo que caracteriza la fiesta del Corpus Christi en Cajamarca es el diseño de alfombras para el recorrido procesional de la Custodia portando la Hostia Consagrada.

Los clarineros son parte esencial de las celebraciones de Corpus Christi. Sin ellos, la celebración no tendría esa unión entre lo tradicional y lo moderno, entre lo propio y lo extranjero. Cuando los conquistadores nos impusieron la religión católica, los hombres y mujeres de estas tierras jamás renunciaron a celebrar a Cristo, a su propia manera y con sus propias melodías.

Los clarineros que inundan la atmósfera con sus acordes son ese toque que marca la diferencia, que hace única la celebración del Corpus Christi en esta la llamada “Tierra del Cumbe”.


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