
Devotos en Cajamarca acompañaron su recorrido.
Cajamarca.- Los fieles devotos del «Padre Eterno», Patrono del distrito de Sorochuco en la provincia de Celendín, acompañaron ayer un recorrido procesional en la plaza de armas de la capital regional de Cajamarca y expresaron su fe cristiana en el día central de esta festividad religiosa.
LA HISTORIA DEL PADRE ETERNO
En el año 1822, cuando Sorochuco tenía la denominación de San Francisco de Sorochuco junto al pantano de Yanayacu, vivía don Tomás Atalaya, un campesino humilde comprometido con una mujer que no pudo tener descendencia, pero la pareja se mostraba conforme con la voluntad divina.
Cuenta la leyenda que la señora recorriendo los campos, cierto día encontró un buen tronco de cedro, un poco pesado, por lo que en uno de los pollinos que tenía la pareja, trasladó el madero hasta su casa y el pesado tronco fue a parar al altillo de la casa por un buen tiempo.

Uno de esos días de invierno a la pareja se les acabó las reservas de leña, por lo que ordenó bajar el tronco de cedro para rajarlo y así preparar su almuerzo. Al dar el primer hachazo en el tronco, grande fue la sorpresa para don Tomás, pues del corte hecho brotó sangre y también se percibió una fragancia muy agradable, semejante a la mirra de los altares. La devoción religiosa de la pareja hizo que guardasen el tronco de cedro en sus altos.
El rumor rápidamente se extendió por todo el pueblo, unos decían que lo ocurrido era cosa de santos, que era obra de Dios, mientras que otros mencionaban que Sorochuco estaba bendito.
La leyenda también cuenta que trascurrido cierto tiempo, llegaron hasta este lugar dos jóvenes muy apuestos que se presentaron como carpinteros escultores en busca de trabajo. Don Tomás los cobijó por unos días, dándoles comida y sitio para descansar.
Luego de varios días de silencio, las visitas enterados de lo ocurrido se ofrecieron esculpir una imagen del madero al ya anciano Tomás diciéndole: «Sabemos que tienes un madero que es bueno para hacer santos, te podríamos tallar uno, no te costará nada, sólo es necesario que nos des un cuarto con una mesa y nos alcances la comida por la ventana. ¿Qué dices?”. El noble sorochuquino aceptó la propuesta sin poner objeción alguna.
Habían transcurrido cinco días, por lo que don Tomás se empezó a preocupar. Así que decidió abrir la puerta y al entrar en el cuarto, de su interior emergió un hermoso resplandor, acompañado de un delicado perfume, cual si todas las flores sorochuquinas hubiesen vertido su aroma en aquel apacible rincón.
En efecto, allí dentro, en una visión fantástica don Tomás encontró la imagen de un anciano con dos ángeles a sus pies, una inscripción «Padre Eterno» y la comida intacta sobre una silla.
Se cree que los escultores son los ángeles que se ubican a los pies de Padre Eterno.
Don Tomás llamó a todos los vecinos y se hizo una gran fiesta, un de 10 de junio de 1822.