Escribe: Julio Nunura
La crisis que vive Machu Picchu no solo afecta al Cusco, sino a todo el sur del país. La suspensión de trenes, los bloqueos, los turistas varados y las millonarias pérdidas económicas han convertido a nuestro principal destino en un símbolo de lo que ocurre cuando un gobierno carece de visión, gestión y capacidad de respuesta.
Mientras las protestas arrecian, los negocios turísticos tambalean y los miles de turistas varados difunden la desastrosa experiencia vivida, la presidenta Dina Boluarte sigue más preocupada en acumular millas de viaje que en atender la emergencia que golpea al ícono más representativo de nuestro turismo ante el mundo. El Ministerio de Cultura (MINCUL) y el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) han demostrado su total incapacidad para garantizar la conservación y la adecuada gestión de Machu Picchu. No es casualidad: desde hace años insistimos en que el turismo necesita un ministerio propio, con visión estratégica y no subordinado a una cartera que mezcla exportaciones con viajes.
A esto se suma que, más allá de la ineficiencia estatal, en Machu Picchu existen poderosos intereses económicos que, desde hace décadas, han metido la mano en la gestión del santuario. Hoteleros, operadores turísticos con privilegios, mafias de transporte y sectores que controlan el acceso, han convertido a la principal joya del turismo peruano en un negocio de pocos, cuando debería ser un patrimonio de todos.
La situación es tan grave que la organización New 7 Wonders ha advertido sobre la posibilidad de retirar el título de “Maravilla del Mundo” a Machu Picchu. Señalan la ausencia de políticas de conservación y gestión sostenible que han puesto en riesgo la credibilidad de este ícono global. Perder ese reconocimiento sería un golpe irreparable a la imagen del Perú en el mundo, y la responsabilidad es del desgobierno de Boluarte y de ministros que, por omisión o ineptitud, han dejado que la situación se desborde.
Pero el Perú no puede ni debe depender de un solo destino. No somos solo Machu Picchu. Existen corredores turísticos con enorme potencial que esperan atención y decisión política. Uno de ellos es el Circuito Turístico Noramazónico (CTN), integrado por Cajamarca, Amazonas, Lambayeque y La Libertad. Este corredor tiene la capacidad de convertirse en la gran alternativa al sur; cuatro regiones con un fuerte legado histórico y cultural, complementado con naturaleza, aventura y turismo religioso, que puede ofertar paquetes de larga estadía como lo demanda el turismo receptivo. Un circuito turístico para el que venimos pidiendo atención hace varios años.
Hablamos de un norte que ofrece maravillas como Kuélap en Amazonas, los templos de Chan Chan en La Libertad, el Señor de Sipán en Lambayeque y la historia viva de Cajamarca, donde murió el Imperio Inca y nació el Perú, y posee el carnaval más importante del país. Es enorme el potencial en aviturismo, turismo de naturaleza, gastronomía, cultura viva y la hospitalidad de nuestras comunidades.
El llamado es claro: las autoridades regionales deben dejar de trabajar por separado y asumir que solo unidos como circuito podremos competir de manera real ante el mundo. Ninguna de las cuatro regiones tiene la capacidad de sostener por sí sola un paquete de 12 o más días, pero unidas sí pueden ofrecer una alternativa integral y poderosa al sur del Perú.
Además, es momento de pensar en extensiones naturales del CTN que fortalezcan aún más su potencial: San Martín con su riqueza en aviturismo, lagunas y aventura; Piura y Tumbes con el avistamiento de ballenas, los manglares y sus playas. Todo el norte tiene la capacidad de convertirse en un destino de talla mundial si existe voluntad política y articulación real.
El mensaje es para ambos: al gobierno central, exigimos seriedad, compromiso y un Ministerio de Turismo independiente. Y a los gobiernos regionales del norte, les recordamos que la oportunidad de convertirse en un bloque turístico sólido está en sus manos. Como autoridades, están obligados a convocar a los empresarios turísticos con más experiencia, escucharlos, aprender de ellos, planificar juntos y ponerse manos a la obra.
El Perú no puede seguir dependiendo de un solo ícono. El futuro del turismo peruano pasa también por el norte.